La conversación surgió casual con un colega. Me contó una reunión que tuvo con su editor para tratar de aclarar algunas cuestiones. Él siente que las notas sobre sus temas, esos sobre los que sabe mucho y lo que no sabe lo averigua, empezaban a ser rechazadas en el diario o, en el mejor de los casos, su publicación se dilataba.
—Mirá, si hay algún problema me lo decís —le pidió al editor.
—No, para nada. ¿Cómo vas a pensar que hay algo con vos? Pero tampoco podemos publicar una de tus notas cada quince días.
—Ah… Entonces, ¿cuánto? ¿Una por mes?
—Bueno… Tendríamos que evaluar cada caso en particular.
—Ajá… Como quieras, pero ese tema siempre tuvo buena repercusión.
—No, claro, claro… Si a esas notas las elogiaron mucho los gerentes del diario.
Después del relato me puse a pensar en algo que intentaron enseñarme en la facultad: los criterios de noticiabilidad. Aquello que nos dice cuándo un hecho es noticia, cuándo merece ser publicado y en qué dimensión.
Los libros dicen que está relacionado con varios factores, como a cuánta gente involucra e interesa lo sucedido y qué repercusión puede tener. Lo cierto es que en la práctica también entran en juego los supuestos intereses del público del medio y hasta los gustos del editor que debe decidir. Y, en algunos casos extremos, los editores son capaces de resignar todo para hacer caso a los gerentes del medio en el que trabajan.
Dijeron algo…